lunes, 25 de marzo de 2013

Ni caso a Nicosia

La situación chipriota me recuerda a ese anuncio publicitario en el que un gobernante tirando a lewiscarrolliano proclama ante sus ciudadanos que desde ese momento solo podrán escuchar una única canción y conducir un único modelo de coche. Entre los asistentes al mitin, un tipo levanta el dedo y pregunta “¿Y eso por qué?”. Más allá de la discutible utilización de la libertad como herramienta al servicio del consumo, tengo la impresión de que Chipre ha formulado la misma pregunta; esa interrogación que ningún otro país se ha atrevido a plantear: “¿Y eso por qué?”. Como el mercado tiene razones que la razón no comprende, es lógico que tal reacción inquisitiva haya levantado ampollas y provocado perplejidades. Al fin y al cabo, nos estamos acostumbrando a que las palabras del Banco Central sean órdenes para la Periferia Tributaria. Acabo de leer que el órdago chipriota ha terminado en la crónica de un rescate anunciado. Sin embargo, resulta sorprendente que la vieja duda metódica siga generando incomodidad retórica entre nuestros posmodernos tecnócratas. Para no finalizar esta entrada con el término “tecnócratas”, transcribiré tres de los “momentos” que el poeta Costas Montis (Famagusta, 1914-Nicosia, 2004) escribió mucho antes de que (o tempora, o mores) ninguno de nosotros  hubiéramos oído hablar de troikas, quitas o deudas soberanas:

Un paso más y dará comienzo el ser humano.
Tengan sus cámaras preparadas.

Les hemos exigido a los verbos que empiecen con la primera persona.
Les hemos exigido a las gramáticas que empiecen con los pronombres personales.

La primera vocal de mi corazón fue tuya,
su última consonante también será tuya.


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