Argo es una película pequeña y
entretenida, lo que siempre resulta preferible a uno de esos mamuts con ínfulas
de superproducción global, como Los
miserables, o a un ataque a las defensas sentimentales del espectador, como
El artista. Sin embargo, resulta curioso
que la troika de filmes oscarizables ―Lincoln,
La noche más oscura y la susodicha Argo― fueran revisiones históricas
carentes de cualquier afán revisionista. Nada más afirmativo que los filmes de
Spielberg, Bigelow y Affleck, cuyos protagonistas hacen lo que tienen que hacer
desde los títulos de crédito. Otra cosa es que el llanto redentorista de
Jessica Chastain y el asesinato en off de Abraham Lincoln nos demuestren,
respectivamente, que los héroes también lloran y que, si les disparan, mueren. La
única película que se salía de la tangente era Django desencadenado, pero esta vez por la vía fenomenológica del
celuloide negativo: el pastiche tarantiniano nos confirma lo que, definitivamente,
no fue la esclavitud, del mismo modo que Malditos
bastardos nos mostraba lo que no pudo ser la verdadera historia de la
muerte de Adolf Hitler. ¿Dónde queda, entonces, eso tan cartesianamente humano
del dubito, ergo cogito? Sospecho que
en la otra América. Pese a su título, No
es un buen ejemplo de cine entre signos de interrogación. Y es que el chileno
Pablo Larraín plantea la pregunta que Hollywood no se atreve formular: “Y
después, ¿qué?”.
Tengo que confesar que me daba pereza ponerme a ver 'No' de Pablo Larraín. Ya sabéis, Pinochet, la dictadura, con todo respeto, como que ya me lo sabía todo. Al estilo de las pelis españolas de la guerra civil. Ha sido una grata sorpresa. Entretenida, al estilo de 'Argo', con un 'look' extraordinario de esos años 80 y unos créditos magníficos. Más que recomendable. Un saludo!!!!
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