lunes, 19 de septiembre de 2011

Recetas de poesía (sobre El árbol de la vida)

Fuera del gremio, donde el adjetivo es venerado y temido a un tiempo, la palabra “poético” me provoca una suerte de repelús estético. Sin embargo, siempre habrá quien considere que el mundo es un invento irremediablemente poético: una foto del atardecer, la Torre Eiffel, un modelo de Victorio y Lucchino o una tortilla deconstruida. Con esos recelos iba al cine a ver el último “poema visual” de Terrence Malick, ese hombre de barba profética que no concede entrevistas ni dirige más de una película por década. No me andaré por las ramas del árbol vitalicio. No me gustó nada el asunto, pero tuve una revelación. Descubrí a qué nos referimos cuando nos ponemos poéticos. Y, en un ejercicio de sincretismo culinario, se puede resumir en la siguiente receta:
1) Adormezca al espectador con grandes angulares tomados del National Geographic. Déjelo cocer a fuego lento.
2) Mientras llega al punto de cocción, sofría una música enfática (Brahms, más Brahms) que exprese sutilmente los atormentados mundos interiores de criaturas planas.
3) Espolvoree, sin que vengan a cuento, insertos fragmentarios de manos, pies, tules, cielos, cortinas, jardines, mares, desiertos, junglas, niños, perros, ríos, piscinas, peces, aves de corral, aves de rapiña, aves que vuelan y cazuelan…
4) Atrévase a darle un toque de distinción a su receta. Póngase estupendo. Saque a un calamar abstracto que nos explique la Creación. A un dinosaurio grande y a un dinosaurio chico. Cuente el big bang en unos minutillos. Siéntase Pollock. Llene la pantalla con amebas y magma, fuego y tierra, y los demás elementales elementos.  
5) Sazone el celuloide con una impertinente voz en off que diga en tono engolado frases del siguiente jaez: “Los pájaros cantan. Las nubes… Oh, las nubes… Ellas se levantan. Y el árbol crecía. Era verde. Como la esperanza. El árbol es lo último que se pierde. Últimamente pienso en ti, hijo. Dónde estás, hijo de Utah, te vas a poner perdido de verdín”.
6) Ya que ha empezado por el principio, acabe por el final. Hornee un limbo new age, una moraleja tea party y una retórica encíclica. Gratine un discurso pastoral-evangelista. Añada dos tazas de caldo por si alguien no lo pilla.  
7) Sírvase frío.

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