viernes, 3 de junio de 2011

Loca academia de la historia

Cuando Fukuyama nos avisó, hace más de veinte años, de que la Historia se había acabado (así, en un titular, como le piden a los tertulianos televisivos), solo le hicieron caso algunos sociólogos despistados y algunos teóricos de la posmodernidad que deseaban asistir en directo a la retransmisión de un Apocalipsis anunciado. Eso era lo que yo pensaba hasta hace unos días. Sin embargo, nunca se me habría ocurrido que las tesis de Fukuyama fueran suscritas por un órgano tan venerable como la Real Academia de la Histeria. Su mastodóntico “quién es quién”, disponible en fascículos y forrado en piel de mamut, ha vuelto a poner en pie de guerra a Fukuyama y a su corifeo finalista y neocón. Sí, no cabe duda de que para algunos la Historia se terminó antes del happy end de la guerra fría: más o menos, en el tránsito de las luminarias grecolatinas al oscurantismo medieval. Por eso, ante personajes de rabiosa actualidad, como Negrín, Franco o Azaña, los académicos han optado por encogerse de hombros y pasar palabra. Ya se sabe que lo que no pertenece al género de la Historia, entra en el capitel de las columnas de opinión. Y, por lo que respecta a las opiniones, estoy convencido de que todos tenemos alguna, aunque solo unos cuantos puedan pagársela con dinero público. Desde esta humilde página solo lanzo una súplica: por favor, no revisen ustedes nada. Las correcciones las carga el diablo, y, al final, nos va a salir cara la broma. Propongo una operación mucho más barata: hagamos una pira y recitemos los mejores fragmentos de Fukuyama.


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