viernes, 4 de marzo de 2011

Ramón (López Velarde), no marques las horas

Bajo el título de El minutero y otras crónicas (Madrid, Huerga y Fierro), se reúne una selección de las prosas de Ramón López Velarde que hemos preparado Joaquín Juan Penalva y un servidor. Mientras me paseaba por la provincia mental de López Velarde y por las avenidas de esas cosmópolis finiseculares (del XIX), recordaba los versos de Baudelaire: “Une oasis d’horreur dans un désert d’ennui!”. López Velarde, que también prefirió el horror al aburrimiento, sabía que en el pecado siempre está la penitencia. Por tanto, sucumbió a las tentaciones (del alma y de la carne) con singular devoción. Tal vez ese fuese el motivo por el que Juan Villoro estaba dispuesto a canonizarlo literalmente en El testigo (2004), que reivindicaba la única religión que profesó López Velarde: la sensualidad del cuerpo y de la mirada. Como para muestra no hay nada mejor que un botón, aquí tienen un fragmento de la prosa táctil de López Velarde en la estampa titulada “La sala”. Con ella les dejo por hoy:


El cielo raso, desprendido de una esquina, está pintado con un germen de azul. Lleva, diríamos, un azul sospecha. Este cielo raso fue uno de mis primeros auxiliares (no quiero escribir cómplices) en el hábito de destilar la imaginación. ¿Cómo? Fácilmente. Sobre el cielo raso han dibujado las goteras figuras inverosímiles: una mujer (soltera, probablemente), cuyo talle se estrecha como lápiz o aguja; una mariposa con piernas de caballo; un militar con espalda reducida a su menor expresión y con botas cuyos tacones se prolongaban metro y medio. Yo, que no traducía aún la Epístola a los Pisones, saboreaba el perfil negruzco de tales caricaturas. Poco, en verdad, se necesita para provocar al poeta en el niño: que llueva copiosamente una noche; que se hagan dos, tres, cuatro goteras; que haya cielo raso para que las goteras dibujen; y que un muchacho boca arriba, desde el sofá o desde la alfombra, mire los dibujos... ¿Habrá un silencio más interesante y una soledad más intensa que el silencio y la soledad en que nace el primer pensamiento propio?

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